Los problemas de dolor son uno de los síntomas frecuentes de la EM y se calcula que hasta el 86% de las personas con esclerosis múltiple lo sufrirá en algún momento en diferentes grados de intensidad.
El dolor tiene muchas formas de manifestarse y algunos factores hacen más probable que la persona con EM lo experimente: por ejemplo, se calcula que el doble de mujeres lo padecen respecto a los hombres, mientras que factores como la edad, el grado de discapacidad o el tiempo conviviendo con la EM no parecen guardar relación con el dolor.
Hay dos grandes tipologías de dolor: dolor neurogénico (de origen neurológico) y dolor nociceptivo (no causado por daños en los nervios).
Dolor neurogénico
El dolor neurogénico tiene origen en los daños a los nervios asociados a la EM y tiene varias tipologías como, por ejemplo:
Neuralgia del trigémino, también llamada “tic doloroso” y que es un síntoma inicial habitual de la EM. Afecta a diferentes zonas de la cabeza y se experimenta como un dolor intenso en la mandíbula, la nariz, los ojos, la frente o los labios.
Signo de Lhermitte, que se puede describir como un dolor similar a un shock eléctrico que se extiende desde el cuello por la espalda.
Disestesia, un dolor que se puede sentir como una sensación constante y ardiente, también conocido como “abrazo de la EM”. Se puede experimentar en todo el cuerpo, pero es más frecuente en las piernas y los pies.
Dolor nociceptivo
El dolor nociceptivo no se deriva directamente de los daños a los nervios sino de otros factores relacionados con la EM que estimulan nuestros receptores de dolor.
Dolor por la espasticidad: el dolor por los espasmos derivados de la espasticidad es uno de los signos de dolor más frecuentes en los afectados por la EM. Los espasmos tónicos dolorosos, o distonía paroxística, son uno de los síntomas más identificables de la esclerosis múltiple y suelen ser recurrentes o crónicos.
Dolor muscular: la causa de este tipo de dolor es muy variable, incluyendo la espasticidad. En muchas ocasiones se deriva de un sobreesfuerzo para mantener el equilibrio, la postura o la coordinación de las extremidades ante los trastornos de movilidad. La consecuencia es una sobrecarga en los músculos que provoca dolor.
El dolor tiene un gran impacto en nuestra calidad de vida y nos puede limitar en el ámbito profesional y personal. Los efectos del dolor pueden ir desde molestias a incapacitaciones que interfieren con nuestras capacidades.
El dolor incide en nuestro estado de ánimo, así como cambios emocionales como el miedo y la preocupación lo pueden agravar.
En conjunto con el tratamiento médico adecuado, los afectados pueden complementar su recuperación con terapias de grupo, técnicas como la meditación o el yoga o un estilo de vida más activo para tratar de mitigar el impacto del dolor en la vida diaria.
El dolor es un síntoma que debe someterse a un exhaustivo control médico, debido a su naturaleza interdisciplinaria, a fin de determinar el tratamiento más adecuado. Con la recomendación de nuestro médico, algunos tratamientos podrían incluir:
Medicación: ya sea por los dolores neurogénicos, que se pueden encargar de modificar la función de los neurotransmisores, o los dolores nociceptivos, normalmente en relación con los espasmos provocados por la espasticidad. Es importante recordar la importancia del tratamiento individualizado en seguimiento con nuestro médico.
Terapia conductual, que incluye técnicas de relajación, hipnosis y las terapias de grupo, y que nos sirve para abordar los aspectos psicológicos de la enfermedad y mejorar nuestra calidad de vida.
Fisioterapia, un tipo de terapia física que nos puede ayudar a mejorar la condición muscular y aliviar el impacto de la sobrecarga a nuestros músculos.
Cirugía, utilizada con fines paliativos y sólo en caso de que el resto de alternativas terapéuticas sean insuficientes.